La Trampa de las
TRApps:
Servicios y Usuarios aTRAppados en las
Apps corRiendo en las Telepantallas

Alexandre Oliva

TRApp, el término que le dá nombre a ese artículo, viene desde el inglés "Telescreen-Running App" (App corRiendo en la Telepantalla). Suena como "trap", en inglés, que significa trampa. El parecido no es mera coincidencia.


He notado un patrón preocupante, en Brasil, donde compañías e incluso gobiernos atraen a usuarios para instalar apps en dispositivos telepantallas portátiles, versiones de mano de las telepantallas en 1984 de George Orwell, también conocidos como teléfonos móviles inteligentes, tobilleras electrónicas de bolsillo, o el sueño de Stalin. Las promueven a los clientes ofreciendo beneficios sobre los mismos servicios antes provistos preferencialmente a través de un sitio y navegador web, cuando no llegan a eliminar completamente esa alternativa.

Como el Lobo Feroz disfrazado de abuelita respondería, "mis TRApps son tan grandes para verte mejor, cariño, y para abrazarte más fuerte." Eso es el capitalismo de la vigilancia en operación. Pero, ¿acaso ellas tienen dientes filosos?


Primero, permítame detallar mis observaciones. No son sólo múltiples utilidades, negocios privados o gobiernos promoviendo que ahora tienen aplicaciones en las dos principales tiendas de TRApps (no libres) para móviles, que ofrecen servicios similares a aquellos ya disponibles en un sitio web, pero ahora sin la supuesta dificultad de identificarse en todo momento. No es sólo que, mientras espera en una llamada para ser atendido por un asistente humano, mensajes grabados son reproducidos insistiendo que usted use la TRApp.

Lo que atrapa mi atención es cuando comerciantes en línea ofrecen descuentos significativos, crédito en tienda o envío gratuito, pero sólo si realiza la compra en la TRApp, en lugar de su tienda web. Que cadenas de estaciones de combustible ofrezcan descuentos cuando usted pague por su combustible usando su TRApp en lugar de efectivo o transferencia bancaria. Cuando los bancos quieren que usen su TRApp tanto que no sólo dejarán de agregar funciones al sitio web, como si fuera abandonware relegado, sino que comenzarán a descontinuar funciones que solían estar disponibles en el sitio web, sin otro motivo que forzarlo adentro de su TRApp.

Varias agencias de gobierno ahora expiden documentos virtuales, tales como credenciales de identificación, licencias de conducir y tarjetas de circulación, credenciales para votar, pruebas de servicio militar y de vacunación, pruebas de compras, y la lista sigue y sigue... pero incluso si se ven esencialmente iguales que sus equivalente en papel, y varias de ellas contienen códigos QR para validación, algunas de ellas sólo son válidas cuando se muestran por la TRApp oficial. Tomar y portar una imagen digital del documento en papel no es suficiente, ¡aun cuando una copia en papel del documento si lo es!

La mayoría de los negocios y agencias de gobierno necesitaron adoptar la atención de clientes y ciudadanos en línea después de que la pandemia por COVID-19 comenzó. La mayoría ahora ofrece robots de chat para comenzar la interacción, sin embargo varias insisten en usar sus propios TRApps para ello. Otras le requieren, sin motivo, tener un número telefónico y una cuenta con una TRApp de mensajería de terceros para recibir sus atención. Me hubiera quejado acerca de eso con la oficina de protección al consumidor, pero no pude por que me informé que sólo sostenían audiencias por medio de Zoom durante la pandemia. ¡Oh, la ironía!

No hace mucho, el gobierno federal lanzó gov.br, un portal unificado para servicios del gobierno a los ciudadanos. A pesar de que hay un sitio web bajo ese nombre, también hay TRApps en las dos principales tiendas de TRApps y muchos de los servicios sólo están disponibles para los usuarios aTRAppados en el duopolio de sistemas operativos móviles privativos de la libertad. Me dicen que no funcionan en dispositivos que hayan sido desbloqueados (rooteados, jail-broken), es decir, exigen que estén bajo control ajeno.


¿Por qué los negocios insistirían en TRApps, al punto de aparentemente sacrificar sus ganancias, cuando la interacción web sería suficiente? Éstos no revelaran sus motivos ocultos, por lo que sólo podemos especular. ¿Podría ser que la mayoría de la audiencia objetivo se presume o sabe que porta telepantallas portátiles, y que los navegadores web para esas plataformas dominantes (doble sentido intencionado) apestan? ¿Podría ser que las TRApps proveen una mayor interacción con el usuario que los sitios web? ¿Podría ser que los desarrolladores de TRApps son más baratos y fáciles de encontrar que desarrolladores web? ¿Podría ser que proveedores de TRApps y sistemas operativos móviles están impulsando esta tendencia, y que ellos están en la cama con Big Data? ("¡Qué Datos tan Grandes, abuelita!") ¿Podría ser que, como la nariz de Pinocho, mientras más nos mienten, la recolección de información acerca de nosotros más crece?


Imponer software privativo de libertad ha sido usado como un medio para controlar la computación de los usuarios, y finalmente, el controlar a los usuarios mismos. Solía ser el caso que ejecutar software no libre localmente era menos peligroso para el usuario, en el tema de su libertad, que software siendo ejecutado en una computadora ajena, bajo el control ajeno, una práctica abusiva en computación presentada con una neblina potenciada por una magia celestial para usuarios con juicio nublado. La razón para esta diferencia es que usted podría evitar que la aplicación ejecutándose localmente compartiera su información o que obtuviera nuevas órdenes desde la "nave nodriza" con tan solo desconectar su computadora de la red (¡no lo intentes en casa, Winston, ni mismo con tu telepantalla portátil!), mientras usted necesita dar su información al programa remoto sin oportunidad de saber qué se hace con ella: tales procesos de computación están cubiertos por una neblina gruesa. Usted ni siquiera recibe programas binarios donde aplicar ingeniería inversa, reimplementar, o ejecutar a su gusto, quedando a la merced del proveedor de servicios.

Irónicamente, esta diferencia no aplica para la mayoría de las TRApps, que son poco más que una carátula, un tentáculo controlado por un cerebro remoto. Ellas traen a la computadora local una falta de control, por el usuario, típica de la computación brumosa, mientras escapan el aislamiento del navegador, que aun que sólo un poco, limita la cantidad de abuso que el programa remoto puede imponer a sus víctimas.

A pesar de los sistemas elaborados de permisos ofrecidos por los principales sistemas operativos móviles, las TRApps a menudo piden y obtienen permisos aparentemente con propósitos legítimos, sin embargo resulta demasiado difícil saber si abusan los permisos conseguidos sin la libertad de estudiar el código fuente. Si se puede encontrar que abusan los permisos, uno muy difícilmente puede corregir eso sin la libertad de adaptarlas de manera que, en la computadora del usuario, con el plan de datos o conexión de red del usuario, sirvan al usuario en lugar de algún tercero que las controle remotamente.

Los consumidores tienen derecho de saber qué hay en los productos que adquieren, incluso si es un requerimiento para recibir servicios, y de usar su propiedad como crean conveniente. Los negocios no deberían abusar de los consumidores, ni tampoco replantearlos o convertirlos en productos. El requerir que abandonemos nuestra libertad y privacidad para usar (o ser usados por) su servicio es una práctica de negocio abusiva, inaceptable.

Ahora, no es que todos tengan las habilidades para auditar o modificar código, de manera que los consumidores también necesitan la libertad de compartir cada programa con alguien en quienes confíen para estudiarlo, adaptarlo y mejorarlo para ellos. En resumen, los consumidores necesitan que el programa sea software libre.


La falta de estas libertades es una ofensa aún más atroz cuando se trata de software usado para interactuar con el gobierno. El software no libre limita el comportamiento no sólo de la computadora, si no del usuario. "El sistema no lo permite" es la razón más común, o mejor dicho excusa, para rechazar, sin respaldo legal, una petición razonable de los ciudadanos. El código se convierte en ley, como Lawrence Lessig escribió, pero la ley democrática se supone de ser pública y transparente, disponible para el escrutinio de la gente, y adoptada a través de un proceso democrático transparente, mientras las reglas impuestas por medio de código no libre secreto carecen de la transparencia y legitimidad requerida por poderes democráticos: el secreto del código fuente implica que las reglas son opacas para el público y que se ha llegado a ellas a través de procesos opacos y anti-democráticos, que pueden rara vez ser desafiados y corregidos. Gobiernos democráticos no deben imponer tales reglas ilegítimas a nadie, y menos a sus propios ciudadanos.


Hay incluso otra consecuencia indeseable de la presión de migrar de interacciones basadas en estándares WWW a TRApps: refuerza y fortalece el duopolio de sistemas operativos móviles no libres y sus tiendas de TRApps. Ambos grandes actores ("¡Qué actores tan grandes, abuelita!") diseñan sus sistemas para controlar a los usuarios, para asegurarse que los proveedores tengan más control sobre los dispositivos que los compradores y presuntos dueños. Esto podría ser bueno para aquellos que colocan las TRApps, pero es muy peligroso y dañino para los clientes de pago que ellos desean capturar.

Sería claramente en el mejor interés de sociedades libres el habilitar y fomentar la introducción de otros sistemas operativos que respeten a sus usuarios y les permitan controlar sus vidas digitales. Depender de TRApps que retienen a los usuarios en competidores preexistentes, y de la cooperación de sus tiendas de TRApps, cuidadosamente curadas pero incurablemente anti-competitivas, son impedimentos mayores para el desarrollo de dicho interés deseable. Los oligopolios ya son suficientemente malos para consumidores, pero descender a un camino que deliberada e invariablemente nos atrapa en un duopolio ¡es más serio aun!


"Wow, abuelita, ¡qué problema tan grande!" "Sí, cariño," contesta la verdadera abuela, "un gran problema con grandes, filosos y feos dientes. ¡Cuidado, él muerde! ¡Todos debemos hacer un gran lío acerca de las TRApps, cariño, e insistir en ser capaces de recibir un servicio equivalente sin ellas!"


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